Era sagaz en la prisión del frío.
Vio presagios en la mañana azul: los vigilantes hendían el
invierno y los arroyos eran lentos entre las flores de la nieve.
Venían cuerpos femeninos y él advertía su fertilidad.
Luego llegaron manos invisibles. Con exacta dulzura, asió la
mano de su madre.
Antonio Gamoneda. Libro del frío
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